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viernes, 1 de mayo de 2009

persistencia(s) retiniana(s) (III): el imperio del sol

No soy muy deboto de Spielberg aunque reconozco que es un grande. Sabe hacer cine como pocos. Emocionar como pocos. No es momento de discutir si abusa o no del sentimentalismo (que en todo caso juega con gran clase a pesar de ser un mecanismo completamente dirigido a atrapar al espectador emocionalmente). Sólo recordar uno de los momentos más grandes de una de sus películas, El imperio del sol, nombre que me trae recuerdos de un niño que quería salir de la sala de cine (y salío, haciendo salir a su padre también) porque sentía miedo de unas imágenes extrañas, duras y difíciles de comprender para su mente. Hoy tomando una cerveza con Rufián el Elegante ha salido el tema. No sabemos muy bien cómo. Pero merece la pena dejarlo escrito.
En concreto me refiero a la secuencia que empieza hacia el minuto 2 del video. Pero está bien ver lo que hay inmediatamente antes para comprender cómo lo juega Spielberg: un niño que ha perdido la inocencia y que la recupera justo en ese momento, siendo el rey de un castillo desierto por el que pasea con su bicicleta sin rendir cuentas a nadie. Y después de esto, el colofón.
En definitiva, una de esas secuencias tan buenas, tan bien preparadas (la llegada de los padres, la música, la espera de los dos grupos hasta que alguien se atreve a dar el primer paso, el reencuentro, los gestos...). No puedo evitarlo. Siempre que la veo acabo igual.

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